Anteriormente en este blog presentamos las principales causas que provocan el dolor de oído y a grandes rasgos hablamos de los diferentes métodos empleados para su tratamiento, según el diagnóstico específico realizado por el especialista. Como recordarás, dentro de estas causas se encuentran patologías infecciosas que afectan el oído interno y externo, conocidas clínicamente bajo los términos de otitis internas y externas. Estas patologías, además de dolor, pueden provocar picor, la sensación de la presencia de un cuerpo extraño y pérdida de la audición, por lo que deben ser tratadas de inmediato una vez que ha sido identificado su origen. En esta ocasión nos enfocaremos a hablar de las otitis de tipo externo, las que principalmente afectan al canal auditivo externo y pueden extenderse a la capa externa de la epidermis de la membrana del tímpano o al pabellón auricular.
Las otitis externas son una patología infecciosa que habitualmente causan dolor de oído, picor, emisiones de flujo purulento, sensación de taponamiento y disminución de las capacidades auditivas. Su presencia es más común durante los meses más cálidos y se ha identificado una relación entre su presencia y la exposición prolongada al agua, pues crea las condiciones adecuadas para el crecimiento de los patógenos que las originan. Otros factores como la extracción del cerumen, un traumatismo, la presencia de cuerpos extraños en el oído y el rascado de la piel del conducto auditivo para aliviar las molestias predisponen a la infección, al igual que las reacciones alérgicas que afectan al oído, las que pueden influir en el desarrollo de otitis externa de tipo crónico. El desarrollo de las otitis externas, al tratarse de una enfermedad de carácter infeccioso, depende de la interrelación del agente patógeno, del huésped y del medio ambiente y por ello, en su tratamiento, el especialista recomienda adoptar medidas que permitan tener un control sobre estos tres factores y reducir la inflamación del epitelio que recubre del conducto auditivo externo que se da por la presencia de la infección. Existen diferentes tipos de otitis externas: circunscrita o localizada, difusa, maligna, fúngica, vírica, eccematosa y granulosa. Por cuestiones de espacio en esta ocasión únicamente hablaremos de la otitis externa localizada y de la otitis externa difusa, y en próximas publicaciones nos encargaremos de la descripción del resto y de los tratamientos que se indican a pacientes con estas patologías.
La otitis circunscrita o localizada es una infección que afecta uno de los folículos pilosos del conducto auditivo externo en su tercio externo. Es denominada también forúnculo de conducto auditivo externo y raramente produce la infección de varios folículos, aunque si llegase a ocurrir se diría que se trata de un cuadro de tipo ántrax. Se tiene la teoría que el agente causante de la otitis localizada se inocula por el rascado de fosas nasales o de otros lugares donde puede encontrarse sin ser agente patógeno. Sus síntomas comienzan con la aparición de prurito en el meato auditivo externo que al cabo de unas horas se transforma en dolor de oído que crece en intensidad. Este tipo de otitis no produce secreciones de pus ni disminución de la capacidad auditiva, pero puede ocasionar inflamación satélites, pre auriculares, retro auriculares, palpación del trago y generar un dolor intenso al movimiento del pabellón. Para realizar el diagnóstico el médico realiza una otoscopia, y si efectivamente se trata de una otitis localizada apreciará tumoración hiperémica a tensión con un absceso centrado en un pelo del conducto auditivo. La otoscopia siempre se realiza con sumo cuidado para evitar incrementar el dolor del paciente, pues como acabamos de mencionar, la movilización del pabellón auditivo resulta muy dolorosa. En algunos casos la inflamación va del meato auditivo a la región retroauricular y al pabellón, el que se desplaza adelante, y los síntomas pueden incluir fiebre y una afectación del estado general del paciente. Para su tratamiento se recetan pomadas antibióticas, fármacos sistémicos y analgésicos-antiinflamatorios orales. Debido a que el calor es un factor que facilita el drenaje de la lesión se puede recomendar la aplicación de este, y en caso de que el drenado no se dé en un lapso de dos días resulta necesario hacer el drenaje bajo anestesia local, o bien, si se trata de lesiones grandes el drenaje se aplica por gasa para la instilación de antibióticos en gotas.
La otitis externa difusa se caracteriza por la inflamación total del epitelio del conducto auditivo externo y se da con mayor frecuencia durante las épocas templadas del año, a diferencia de otras otitis que se dan cuando hace más calor. En este tipo de infección, la piel, al encontrarse desprovista de protección, se macera por la humedad y el calor, convirtiéndose en el medio perfecto para la acción de los gérmenes que producen la otitis. Las personas que presentan sudoración excesiva, que se lavan frecuentemente para retirar el cerumen y quienes usan bastoncillos para limpieza, son más propensos a desarrollar otitis externa difusa pues eliminan todos los elementos que cubren y protegen las paredes del canal auditivo externo. Otros de los factores que pueden influir en la aparición de otitis externa con el estrés, las alergias, la contaminación química o bacteriana de aguas y un ambiente polvoriento, así como síndromes de inmunodeficiencia. Los síntomas que definen a esta enfermedad son dolor, inflamación en el conducto auditivo, enrojecimiento de la piel y la emisión de flujo purulento poco abundante.
Los movimientos de la articulación temporomandibular, como la masticación y el bostezo incrementan el dolor y los pacientes reportan la sensación de malestar y presión continua a pesar de que no se realice ningún tipo de movimiento. Además de los síntomas mencionados, la otitis se acompaña de la aparición de prurito, que en muchos casos es el primer síntoma que se presenta indicando el inicio de un proceso infeccioso. A diferencia de la otitis localizada, en muchos casos la otitis difusa sí ocasiona la disminución de la capacidad auditiva, aunque no adquiere gran intensidad. Para el diagnóstico el especialista realiza una revisión, aunque la otoscopia resulta difícil por el proceso inflamatorio y porque cualquier movimiento resulta doloroso, razón por la que se recurre al uso de un espéculo de poco calibre. El especialista realiza una limpieza de todas las secreciones que se encuentren en el canal auditivo para obtener una mejor visualización, en la que se puede apreciar el engrosamiento de las paredes y su enrojecimiento. El tratamiento para la otitis difusa es local y sistémico, con el uso de gotas, antibióticos y corticoides, además de lavados con antiséptico. El especialista recomienda además modificar algunos hábitos para prevenir futuros brotes, los que incluye no utilizar bastoncitos de limpieza, no introducir utensilios para rascarse los oídos y no introducir agua, así que si se tiene cierta propensión a desarrollar este tipo de infecciones puede sugerirse la sustitución de actividades como la natación por otro tipo de deportes.